Lionel Dahmer, padre de Jeffrey Dahmer era un Químico cuyo trabajo había forzado a la familia a tener que trasladarse con frecuencia. La madre, Joyce Anette, era instructora de teletipos en una clínica para enfermos de VIH. En 1967 La familia se había establecido en Ohio, donde Jeffrey Dahmer pasó el resto de su infancia y adolescencia. En abril de 1978, la pareja decidió terminar con su matrimonio.
—Este trabajo un día me va a matar. Solo espero que Joyce esté más tranquila. ¡Ya estoy aquí linda! ¿Hay alguien en casa? —dijo Lionel.
—¡Papá, por fin llegaste!
—¿Cómo está mi pequeño cachorro? ¿Jeffrey está en su habitación?
—No, salió, dijo que saldría a la carretera a buscar algún animal muerto para la clase de biología. ¿Eso está bien papi?
—Es mejor que matar a un animal para experimentar. Parece que tu hermano encontró algo que le apasiona, y con su proyecto de final de curso supongo que quiere impresionar a sus maestros. No hay nada de qué preocuparse. ¿Y tu madre dónde está?
—En la cocina, preparando la cena.
—Déjame ir con ella, prepara tus cosas, porque este fin de semana iremos de pesca
—¡Excelente! ¡Por fin! ¡Por Fin! —dijo el niño radiante de alegría.
—¿Joyce? Ya llegué, ¿qué tal el día, ¿cómo has estado?
—Bien, en un momento estará la cena. ¿Puedes colocar los platos por favor? —con tono desinteresado.
—¿Sucede algo?
—Carga de trabajo, los casos de VIH han estado aumentando y he tenido que capacitar a más gente de la que puedo atender en la clínica. ¿Qué más podría ser? ¡Ah, sí, lo olvidaba! Nuestro matrimonio roto por la falta de pasión. Lo estoy tratando con un par de fármacos —dijo de forma irónica—. Ahora lo único que deseo es que terminemos de cenar.
—Ya habíamos hablado esto, no quiero hacerlo más difícil para ti, solo estoy juntando el dinero suficiente para rentar un lugar donde quedarme, por favor llevemos esto lo más civilizado posible, por nuestros hijos. ¡Me preocupa tu uso excesivo de antidepresivos!
—Deberías de preocuparte por que en tu nueva relación nunca haga falta el sexo y tiempo de calidad. Mis píldoras solo me ayudan a llevar este molesto proceso, que no parece tenerte tan preocupado a ti —arremetió contra Lionel.
—No es necesario tu preocupación, entiendo tu molestia, pero creo que hay cosas más importantes. —respondió de forma calmada—. Jeffrey ha estado tomando mucho. Desde que nos confesó su homosexualidad ha tenido un cambio importante, pensé que sería menos introspectivo, pero…
—Debería de llamarte más la atención su extraña fascinación por coleccionar animales muertos y desmembrarlos. Le dije que podría infectarse con ellos, pero me respondió que tú no veías mal su “fetiche”.
—No es un fetiche, es parte de sus clases, le apasiona la biología. —respondio tajantemente—. Creo que puede llegar a ser un gran biólogo. Por otro lado, tú ya eres una adicta a esos fármacos. En verdad espero que recapacites, de lo contrario me vería obligado a revisar la custodia de David.
—Revisa lo que te plazca, nadie en este país dejaría que un infiel se haga cargo de un niño de cinco años, mis pastillas están recetadas por un médico, las dosis son las recomendadas —contestó furiosa—. ¿Crees que es fácil despertarte todos los días con la incertidumbre de hacerme cargo de una familia entera cuando el padre de mis hijos está a punto de casarse con una becaria que casualmente conoció en su trabajo?
—¡No es ninguna becaria, y lo nuestro se había terminado hace tiempo! —replicó con firmeza— Tal parece que tus malditas pastillas no solo calmaban tu ansiedad, sino también la pasión en nuestra relación.
Lionel se mudó a un hotel, y a los pocos días Joyce hizo lo mismo al mudarse con su familia, llevándose a David, dejando a este adolescente alcohólico, completamente solo durante todo el verano. El papá peleo para quedarse con el hijo menor, debido a que la madre era adicta a los fármacos, sin embargo, durante el proceso nunca prestaron atención a Jeffrey, cuyas fantasías, un día se harían realidad. Dejar a un adolescente a solas con sus pensamientos, es lo peor que los padres pueden hacer. Pues en este abandono dejaron vivir al monstruo que nunca vieron crecer dentro de su hijo.
«Es verdad que para mí fue importante hacer amigos en la preparatoria, y aunque al principio fue complicado debido a que no sabía cómo reaccionarían al enterarse de mi homosexualidad, al confesárselo a mis padres me permitió intentar nuevas cosas, pero, hay algo que siempre me ha excitado más que tener amigos; la idea de poder tener a mi lado a una persona solo para mí, sometida a mi voluntad, sin oponer resistencia alguna, porque, oh, de lo contrario, tendría que apretar su cuello hasta sentir como la falta de aire nubla su conciencia. ¡Podría hacer lo que quisiera, solo para mí! Como aquel hombre mayor que sale a correr todos los días por la mañana cuando voy camino a la escuela. Siempre está sin camisa y en diminutos shorts. Me seduce la idea de poder someterlo a todos mis caprichos. Amarrarlo de las muñecas y los tobillos a mi cama, azotarlo una y otra vez hasta ver como las marcas rojas en su piel comienzan a sangrar, poder penetrarlo hasta desgarrarlo; y cuando comience a quejarse, golpearlo hasta que se desmalle para abrir su boca e ir a buscar sus ridículos quejidos, ¿de dónde provendrán? ¿De su garganta o de sus entrañas? ¡Sí, eso es lo que quiero hacer con ese tipo! Podría ser algo sencillo, a esa hora el parque está casi deshabitado, podría atacarlo desde las sombras. Si logro marearlo y alguien me viera, diría que es mi papá, fácilmente me dobla la edad, nadie sospecharía. Lo subiría al auto con el pretexto de llevarlo al hospital y una vez en la casa yo…»
Jeffrey planeo el ataque. Estaba decidido a cumplir la fantasía que se había estado gestando durante años. Al principio pensó en adormecerlo con los sedantes que su padre tenía para sus prácticas químicas, pero al no haberlos usado antes, prefirió un método más radical. Tomó un bate de béisbol que tenía en el garaje. Aquel día salió una hora antes para revisar el lugar y asegurarse de las salidas más próximas. Se escondió detrás de un arbusto y estuvo esperando, entusiasmado, enardecido; pero el hombre amado finalmente no llegó a la terrible cita. Dahmer salió de su escondite tres horas después, irritado por lo que él consideraba como si el destino lo hubiera rechazado, abandonado.
El monstruo dentro de Jeffrey Dahmer se desarrollaba en retorcidas fantasías, una de las cuales era la de secuestrar a alguien que estuviera pidiendo un “ride” en la carretera. La tarde del 18 de junio de 1978, después de haber comprado un puñado de cervezas, Dahmer vio a Steven Hicks, un joven de dieciocho años que venía regresando de un concierto de rock. La tentación fue demasiada para Jeffrey, quien, viendo a Hicks sin playera, sintió un impulso incontenible por hacer realidad sus sueños.
—Que tal bro, ¿para donde te diriges? —dijo Jeffrey Dahmer tranquilamente.
—Voy rumbo a Ohio.
—Bueno, es tu día de suerte, mi casa queda en esa dirección, súbete —entonces el chico subió, por aquellos años, era común que la gente pidiera ride para trasladarse a sus destinos— ¿Qué estabas haciendo por aquí? Hace un calor infernal, ¿gustas una cerveza? —le dice mientras enciende el motor.
—Por supuesto, vengo de un concierto. ¿Te gusta Foreigner?
—¡Uh, amigo, ahora nos estamos entendiendo! Es una de mis bandas favoritas. Amo a Lou Gramm, su voz es fuera de este mundo.
—¡Dennis Eliot es el mejor baterista que he visto!
—Sabes, en mi casa tengo varios vinilos, ¿Te gusta Lynyrd Skynyrd? Podríamos escuchar musica, tomar un par de cervezas, algo de Mary Jane, ¿Qué dices? ¿Tienes tiempo? —dijo solo para asegurarse de que iría a su casa. Él sabía perfectamente que todas esas cosas eran justo lo que el sujeto necesitaba escuchar.
—Debo llegar al cumpleaños de mi padre, pero, ya sabes, a nadie le hace daño un poco de María, ja, ja, ja.
—¡Exacto! ¡Exacto! Me agradas amigo. ¿Cuál es tú nombre?
—¡Hicks!
—Mucho gusto Hicks, soy Jeffrey Dahmer. ¡Pásame una cerveza amigo!
Después de pasar un rato viajando, por fin llegaron a la casa de Dahmer y este lo invitó a pasar.
—Bien, llegamos, ponte cómodo amigo, voy a poner las cervezas en el refrigerador. Debajo del tocadiscos están los vinilos de los que te hablé. Adelante, pon el que más te guste. Traeré a maría —dijo tranquilamente.
—Oh Boy, tienes a Santa Esmeralda. Será lo primero que escuchemos. “Don’t Let Me Be Missunderstood” es grandiosa. ¿Dónde conseguiste esto? Lo he buscado por todo el maldito estado y no lo he encontrado.
—Lo compró mi viejo, fue un regalo que se dio a sí mismo, pero, al final es como si fuera mío, ya sabes como son los padres. Toma, te traje otra cerveza, aquí están ya los “flavios” —dijo poniendo el porro en la. boca—. ¡Salud! —y tosió un poco.
—Salud! —dijo casi ahogándose— ¡Está mierda está buena! ¿qué es, Sativa?
—No lo sé, el tipo que me la vendió parecía un lunático, pero me dijo que funcionaba bastante bien para la creatividad. ¿Te gusta? ¿Has experimentado cosas distintas? Se ve que te gusta probar cosas novedosas —dijo en tono exitado.
—Ya se te subió maría amigo, solo me gusta la musica, espero llegar a ser una estrella de rock, tener una Banda como Boston, o por qué no, una como Foreigner.
—Creo que podrías llegar a ser un buen “frontman”, tienes porte, te vi sin playera pidiendo ride y dije “él debe de ser una estrella de rock, no tengo duda”. ¡Me detuve a pedirte un autógrafo, lo juro!
—Estás exagerando amigo, mejor sigamos escuchando a Foreigner, esta mierda me ha puesto eufórico, escucha esas guitarras, quién podría tocar así, nadie, ni los Rolling Stones, ellos son basura, te lo digo de verdad. Esa batería patea culos.
—Sí que los patea, es fuerte, te gustan los culos eh. Deberíamos de conseguir algunos culos ¿no crees?
—Ja, ja, ja, amigo, estás enfermo, ve la hora qué es, ¿en dónde podríamos conseguir culos en este rancio lejano pueblo? De hecho, ya es tiempo de que me vaya si no se complicará encontrar otro ride. ¡Gracias por las cervezas amigo!
— ¡Tranquilo, no te preocupes, en seguida te llevo! Solo déjame bajar por unas bolsas de basura que tengo en el sótano, para tirarlas en el camino. ¡No tardo! dijo en tono molesto. Y mientras caminaba iba pensando— Este imbécil cree que puede abandonarme así nada más, después de haberle ofrecido mi compañía, mi casa, mis cervezas. ¡Es un estúpido! A penas comenzábamos a conocernos, y tiene la insolencia de rechazarme por ir al cumpleaños de su padre. ¡Es un insolente! No se irá de esta casa, hasta que me conozca mejor, ¡Oh claro que me conocerá mejor! Se va a enterar de quién es Jeffrey Dahmer. No te puedes ir, ¡no quiero que te vayas! Nadie abandona a Jeffrey Dahmer, no sin sufrir las consecuencias, ¡maldito! —entonces tomo una barra de metal y comenzó a subir las escaleras de madera— ¡Ya estoy aquí, hijo de perra! —dijo lleno de colera dándole un golpe sólido en la cabeza.
Jeffrey Dahmer había bajado al sótano para tomar una barra de metal con la que golpeó a Steven en la cabeza. Sin embargo, al percatarse de que seguía vivo, la furia desbordó a Dahmer.
—¡Ah, sigues vivo eh! ¿No has tenido suficiente —dijo gritando— ¿No has tenido suficiente? —repitió mientras el joven en el suelo balbuceaba— ¿Qué? ¡No te escucho! ¿Quieres decir algo? ¿Quieres abandonarme? ¿O acaso quieres pedirle ayuda a tu papi? —entonces volteó el cuerpo— Yo te voy a ayudar, déjame saco las palabras de tu garganta —lleno de ira comenzó a ahorcarlo— ¡Vamos, habla infeliz! No te escucho. Ya no pareces tan animado a salir huyendo, a dejarme solo. Sí, así quiero escucharte, suplicar porque te perdone, ¿pero sabes qué? —dijo escupiendo en la cara— ahora te voy a tener solo para mí, ¿entiendes lo que te digo hijo de perra? ¡Te vas a quedar aquí para hacer lo que yo diga! —jadeando de la adrenalina Dahmer continuó— Ya no te escucho, ¿quieres irte a casa, ¿no? ¡Vaya, cambiaste de opinión! Muy bien. Te voy a poner cómodo, porque parece que no te puedes mover, es como si estuvieras… muerto, ja, ja, ja, ja. Sabes lo qué eso significa, que puedo hacer contigo lo que quiera, puedo acariciar tu cuerpo, ¡sí, eso es lo que quiero, harás todo lo que te diga! ¡Ups, mejor dicho, haré contigo lo que me plazca! Y sabes que me place; ¡Eyacular en tu cara, infeliz! ¡Sí, eso voy a hacer! Mientras tu sangre aún siga caliente. ¿No es esa tu canción favorita? ¡Vamos, canta! —dijo iracundo— “No tienes que leer mi mente para saber lo que estoy pensando” eres mío cariño. ¡Oh sí, te mueves tan bien! Ahora, sólo depende de ti mantener este pequeño secreto hasta que yo…. —eyaculando y haciendo gemidos infernales.
Al eyacular, Jeffrey Dahmer se dio cuenta lo que acababa de hacer. La euforia que sentía apenas hace un momento se convirtió en pánico. Entonces tomó el cuerpo y lo llevó hasta el entrepiso de la casa. Al día siguiente llegó con un cuchillo. Su macabro plan era deshacerse del cuerpo.
—Bien, bien, ¡tranquilo Dahmer! Ya has hecho esto en múltiples ocasiones, es como en el laboratorio. Como los perros muertos de la carretera, sí, eso, no es más que un perro muerto que necesita ser cortado en pedazos. Vamos a comenzar, primero, será esta parte —comenzó a cortar la carne, de forma pausada— ¡Esto es maravilloso! ¡Mira todas estas vísceras, cuantos órganos funcionaban en este hermoso cuerpo, es un espectáculo! Podría seguir cortando y cortando, quizás su garganta un poco más. O sacar tus testículos y ponerlos en tu boca. ¡Ahí ya no sirven si estas muerto Hicks, ja, ja, ja, ja! ¿Tus ojos podrán verme? ¿Por qué no lo comprobamos y te los sacamos? Aunque, eres tan bello, creo que así dejaré tu cabeza, para tener un lindo recuerdo tuyo. ¡Ahora eres como un rompecabezas que podría armar las veces que yo quiera!
¡Todo pudo haber terminado aquí!
Jeffrey Dahmer puso los órganos y extremidades en distintas bolsas de basura. Después de vivir varios días con los restos, el olor asqueroso comenzó a ser cada vez más insoportable, por lo que decidió deshacerse de estas. Jeffrey estaba obsesionado con aquel cuerpo desmembrado, pero tenía miedo de lo que había hecho, por lo que decidió embriagarse para tomar valor y tirar los restos en un rio. Al tiempo de ir conduciendo en estado de ebriedad, fue detenido por la policía.
—Buenas noches, soy la oficial Rikki Monsey. ¿Cuál es su nombre caballero? —dijo mientras olfateando se parecía detectar un olor raro.
—Jeffrey Dahmer, oficial.
—Sr. Dahmer, me puede mostrar por favor una identificación oficial y su licencia de conducir. Viene maniobrando de forma extraña, ¿ha estado tomando?
—¡Aquí tiene oficial!
—Muy bien, todo en regla, aquí tiene sus documentos. Por protocolo debo aplicarle la prueba de sobriedad. Lo veo algo nervioso, ¿todo en orden?
—Todo bien oficial. Adelante, hagamos la prueba.
—Bien caballero ha pasado usted la prueba, sin embargo… ¡Por Dios, que olor tan horrible! ¿no le parece? —dijo la oficial casi a punto de vomitar—. En lo que estábamos, ¿qué hace manejando a estas horas de la noche? También tengo curiosidad por las bolsas que trae en la parte trasera de su auto.
—Disculpe oficial, no he podido dormir en varios días, así que decidí salir a tirar estas bolsas de basura para ver si lograba relajarme un poco y por fin conciliar el sueño.
—Muy bien, muy bien. Me temo que aun así debo infraccionarlo, usted viene manejando de forma peligrosa. Le recomiendo que tire esas bolsas de inmediato y vuelva a su casa, el olor nunca va a desaparecer si continua. —y comenzó a escribir la multa—. Tenga, que pase buenas noches.
—¡Seguiré su consejo oficial, hasta pronto!
La oficial, le creyó, le puso su multa y lo dejó escapar. Asustado por el encuentro con los policías, Jeffrey Dahmer regresó a su casa y decidió meter las bolsas nuevamente en el sótano, pero no sin antes sacar la cabeza descompuesta de Steven Hicks y masturbarse mientras observaba lo que restaba de los ojos. A la mañana siguiente Jeffrey metió los restos de Steve Hicks a una tubería de drenaje, los cuales no serían descubiertos hasta tres años después.
Foto de NEOSiAM 2021: https://www.pexels.com/es-es/foto/manos-de-una-persona-cubiertas-de-sangre-673862/