¿Ya no nos hablamos porque nos odiamos o acaso porque nunca nos pertenecimos?
El espacio entre nosotros es inmenso y el tiempo va desgastando lo que antes parecía invulnerable. Es verdad, tomé un camino que apareció como la solución menos cruel; una respuesta al dolor que nos amagó para hacernos sentir que no debíamos estrechar nuestras manos nunca más. Decidí cerrar los ojos, y al no verte más dejé que el agua subiera hasta donde ya no me permitiera respirar. La soledad comenzó a asfixiarme y cuando debí abrir la boca para gritar preferí callar; anduve como gato en la oscuridad, buscándote sin querer que tú me vieras.
Los dos sabemos que el culpable de que ese bello amor jamás pudiera hacernos despertar juntos soy yo por no saber amar. Porque convertí nuestra amistad en una cosa de locos, con demasiados sueños y pocos besos, con abrazos sin sexo; con un te amo y ningún te quiero. Y todo podría estar mejor si el lunar de tu barbilla estuviera cerca de la mía, si el perfume de tu cuello volviera a intoxicar mis pulmones, si así como yo te quiero tú quisieras cuidarme, pero sobre todo, si por una vez en mi vida yo te demostrara que sí, sí soy suficiente, como tú siempre querías.
Debí dejar las galanterías y demostrar por una vez en la vida que yo sí te quería, que así te seguía, como gato en la oscuridad, con ojos de luna al andar. Pero esta vez te abandonaré para no volver, y ser como aquellos gatos que al sentirse cercanos a la muerte se alejan en soledad, para terminar en silencio la aventura, dejando disponible aquel sitio que aunque siempre sentimos nuestro, nunca nunca pudimos pertenecer ahí.
Siempre quise ser el gato que acariciabas, a pesar de no demostrarte nada.